Nubes

Pepa Erre
3 min readSep 9, 2022

Un árbol de granadas es un racimo de misterios. Como el significado del concepto “agua honda”.

Siento que llevo toda la vida quedándome dormida junto al precipicio de los significados, renunciando a intentar comprender, solo echándome encima la mantita reconfortante de sentirlos, sentir, todo ese infinito que no sé.

Nos preguntaron qué era lo que más recordábamos de nuestra primaria, cuando fuimos niños y asistíamos a la escuela. Yo tengo una colección de imágenes aleatorias, creo que tal vez nunca he aprendido lo que se supone que deba estar aprendiendo. Tal vez todos lo hacemos así.

Platicaba con mis estudiantes sobre qué son las palabras y hablamos de lo incognoscible y sintieron miedo.

Inventamos conceptos para protegernos de todo lo que no sabremos realmente jamás. “No vemos al mundo como es sino como somos nosotros”. Y de nosotros no sabemos apenas casi nada, tampoco. Nos despertamos cada día con el misterio que somos. Un misterio dentro de otro misterio, dentro de otro. Y, con suerte, con muchísima suerte, junto al misterio de alguien más.

Lo que más recuerdo de la primaria es pasar horas -o tal vez solo eran minutos laaargos, muy largos- mirándome las manchitas blancas en las uñas. Las nubes en las uñas. A veces para mirar no hacen falta los ojos. Mirar las nubes quiere decir también pensar en ellas. Sentirlas. Sumergirse en el misterio de tener nubes en las puntas de los dedos.

Mis uñas siempre estaban nubladas. Cumulus, estratos, cirros, cumulonimbus. Las nubes tienen nombres y mis uñas estaban llenas de nubes, de todos los tipos. Era un paisaje óseo transformándose a la velocidad de los minerales, con un clima enigmático siempre cambiante, tan lento como el sueño de los caracoles pero en constante transformación. Un horizonte nublado siempre distinto para observar. El maestro explicaba cosas y yo quizás las copiaba en el cuaderno, pero mi corazón y mi pensamiento estaba en las nubes de mis propias uñas.

Mi papá, que es doctor, me había explicado, mientras hacía otras cosas y sin darle importancia, algo sobre el calcio como una razón para esas nubes, pero tal vez era solo un pretexto para hacerme comer más. Uno nunca puede fiarse cien por ciento de los adultos, siempre tienen una agenda secreta para hacer que los niños hagan cosas, pues otro día que le pregunté me dijo que lo más probable es que fueran marcas de pequeños golpes, como moretones de uña.

Las ideas de los doctores a veces son muy aburridas. Mientras me veía las uñas en la primaria pensaba sin pensarlo realmente que mi papá sabía muchas cosas y al mismo tiempo, tal vez no sabía realmente nada. Pero sabía más y sabía distinto que yo. Mi amiga Alcmena, por otro lado, tenía siempre mejores respuestas, para mí era la que sabía mejor todas las cosas. De las nubes de las uñas ella sabía qué significaban: los muchachos que estaban pensando en ti. Cada nube un muchacho. ¿Todos esos muchachos, en distinta representación nubilosa, estaban pensando en mí? Yo pensaba en nubes.

¿A las nubes qué marcas les salen cuando pensamos en ellas? No les salen marcas, pero les salen los nombres que les pusimos para sentir que las comprendemos. Les salen las formas que les encontramos, mientras las vemos pasear por el jardín azul del cielo. Y esas cosas no les salen a las nubes, nos salen a nosotros, en las ideas.

A ellas les salen gotitas que convierten la luz en arcoíris. Les salen tormentas, granizo, humedad de muchas formas que sube y baja para siempre en una canción de Cri-Cri y en el ciclo misterioso de todo lo que se renueva adentro de esta Tierra, en el cielo, en el pensamiento y en nuestras uñas.

Y no es que les salgan, es que son, todas esas cosas, y ninguna. Solo un misterio, un misterio esponjoso y blanco, gris morado y de colores, que se transforma todo el tiempo y que llamamos n u b e s.

¿El misterio está en las cosas o está en nosotros?

Yo solo quiero ver el árbol de granadas y acostarme, de vez en cuando, junto a su sombra. Mientras allá, a lo lejos, en el cielo y en las uñas de la niñez -todavía más lejos y más cerca que el cielo- existen las nubes, y siguen cambiando, siempre de paso, probando mil formas.

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